Escrito por Nicolle Pinedo
Imagina que lo primero que ves al despertar es el sol radiante filtrándose entre las hojas, que su calor baña tu rostro y la suave brisa mueve tu pelaje mientras te estiras tras profundas horas de sueño. Tus compañeros de manada te acompañan mientras buscas algo para comer o un río para beber y bañarte. La vida pacífica que te da la naturaleza es lo que cualquiera podría envidiar. Todo iba tan bien, tan perfecto, una vida que cualquier ser de tu especie desearía vivir.
Sin embargo, de un momento a otro toda tu vida es arrebatada por monstruos grandes de dos patas. Seres que jamás habías visto en tu hogar y que capturaban a tus compañeros más jóvenes y asesinan a los más viejos. No solo matan y secuestran a los que ven sino destruyen tu hogar sin una pizca de piedad. Las hojas se sustituyeron por jaulas, el olor fresco de la selva por un hedor podrido y rancio, tus frutas frescas por comida de la basura. Todo tu paraíso transformado en un infierno. No sabes qué pasará después, no sabes qué será de ti ni si seguirás vivo cuando todo termine.
Imagina esa desesperación. La desesperación de un mono araña jovén, separado de su manada, encadenado en una jaula oscura. O el sufrimiento de una tortuga charapa, destinada a una vida en cautiverio lejos de los ríos que la vieron nacer. Estas son solo dos de las muchas historias de dolor que se repiten en nuestra selva.
La extracción ilegal de estos seres no solo es una injusticia individual, sino un golpe letal para el ecosistema amazónico. Los mamíferos, las aves, los reptiles y anfibios son piezas cruciales en el intrincado rompecabezas de la biodiversidad. Su desaparición podría desencadenar un efecto dominó, llevando al colapso de este delicado equilibrio natural.
Cada día, los animales son arrancados de sus hábitats para luego ser vendidos tanto a nivel nacional como a ser enviados a otros países. En muchos casos, los animales no han podido sobrevivir y han muerto en el trayecto de su viaje. Según el Serfor, entre 2015 y 2020, las autoridades rescataron más de 20.000 animales vivos que iban a ser traficados. Uno de los casos fue la liberación de las ranas titicaca (Telmatobius marmoratus) que son usadas como insumo para la preparación de batidos por las supuestas propiedades curativas. También se liberaron golondrinas de mar, cuy silvestre (Cavia tschudii), osos perezosos de dos y tres dedos, osos hormigueros, tigrillo (Leopardus pardalis), armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus), puerco espín (Coendou bicolor), zarigüeyas, loros, búhos y lechuzas, entre otras.
Sin embargo, después de ser rescatados, estos animales son revisados por las instituciones y deben de cumplir ciertos requisitos para ser liberados. Tales como identificar que especie es, su origen y su distribución natural. Asimismo, los animales deben estar en buenas condiciones sanitarias que son verificadas por los veterinarios. Y por último, seleccionar un área de liberación que no implique un riesgo para los animales y para las personas del lugar.
El Amazonas enfrenta una grave amenaza debido al tráfico ilegal de animales. Esta práctica no solo pone en peligro la biodiversidad, sino que también desestabiliza los ecosistemas y amenaza el equilibrio natural de la región. Es fundamental que las autoridades fortalezcan las leyes y mejoren su aplicación, y que la comunidad internacional colabore en la lucha contra este crimen.
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